La crisis ha agravado los
problemas de la alimentación. Los precios de los alimentos suben
para que algunos ganen mucho dinero en bolsa. Y los ricos han
acaparado las mejores tierras en América Latina y África. Eso
significa más transgénicos y más soja para hacer biodiesel. Y más
hambre y pobreza para todos.
El sistema neoliberal ha aprovechado la crisis para
avanzar en el dominio del mundo acaparando la propiedad de tierras
fértiles, imponiendo cultivos transgénicos y dedicados a la
energía, y destruyendo las economías locales de los pequeños
agricultores y sus cosechas tradicionales. Se puede luchar contra ese
desastre, el esa lucha tiene un nombre: Soberanía alimentaria.
Las crisis alimentarias no
son algo coyuntural: “desde la instauración de la globalización
capitalista y el consecuente desmantelamiento de las políticas
agrarias y alimentarias, el empobrecimiento es de carácter
estructural. La alimentación dejó de ser un derecho humano para
convertirse en un negocio, y en consecuencia el hambre, las
intoxicaciones y los encarecimientos explotan sin control por
doquier.”
Así de claro es Gustavo
Duch desde la misma introducción de este No
vamos a tragar.

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