Hay espectativas grandes, nuevos aires, esperanza en la juventud. Mucha alegría y propuestas para poder conquistar el futuro inmediato en el proceso electoral.
Besos, encuentros y desencuentros. Debates, discusiones y muchas cosa que seguirán resonando haciendo temblar estructuras, deshaciendo mitos y derribando ídolos.
Somos una sociedad viva que se mueve. Pero no se mueve sola o sin razón. Hay mucho sembrado a lo largo de los años de letargo.
En In Malakatl pensamos los invitamos a reflexionar y hoy estuvimos abordando el artículo de Pietro Ameglio:
YO SOY EL 132:
REFLEXIONES INICIALES DESDE LA RESISTENCIA NOVIOLENTA
Esta movilización actual de jóvenes – en su
origen universitarios- nos ha inyectado a todos en el país una semilla de
esperanza y lucha no menores, en momentos muy oscuros de la realidad nacional,
por diversas razones, y sin soluciones viables en el corto plazo: en medio de
la constante y brutal “cuota de muertos y desaparecidos” del “exterminio
masivo”, con formas de guerra civil que nos atraviesa, ahora con masacres
ejemplares en Guadalajara, Chihuahua, Cadereyta y Nuevo Laredo, aunada a una
nueva ola de “exterminio selectivo” (como cíclicamente conoce la historia
mexicana), con los asesinatos de la periodista de Proceso Regina Martínez y 3 reporteros más en Veracruz, de los tres
comuneros de Cherán y del maestro Teódulo de Ostula.
En esta movilización, muy incipiente y
frágil aun, pero también real, creemos que están presentes algunas
originalidades de la historia de nuestro país. Apuntaremos aquí sólo unas
breves reflexiones acerca del terreno de la acción noviolenta y de la
resistencia civil pacífica, que es una de las características visibles que
tiene. Nos parece que se trata de una prolongación –o actualización- del “Ya
basta” (enero del 94) y del “Estamos hasta la madre” (marzo 2011), lo que no
quiere decir que tenga formas o duración similares. Para empezar, este “grito
de masas en la calle” –eso sí análogo a los otros dos- está encabezado por
un sujeto social distinto: no las
comunidades indígenas mayas chiapanecas zapatistas o los familiares de las
víctimas de la brutal “guerra al narco de Calderón”, sino por jóvenes –en su
mayoría estudiantes- que se rebelan ante la manipulación informativa y el trato
de “no sujetos” a los que se les somete, ante la imposición del gran capital de
un virtual presidente nacional y, sobre todo, ante la “ausencia de esperanza en
su futuro”: son más de la cuarta parte de la población del país (30 millones) y
las principales víctimas del desempleo, de la falta de educación, de la
violencia social.
Nos parece
así importante asociar estos tres gritos de la reciente historia
mexicana, que expresan tres actores
sociales distintos, todos violentados y exterminados por el sistema económico y
político, que movilizan, una vez más, a una parte sustantiva de la “reserva
moral” mexicana, en forma masiva, en la calle y radical en sus demandas. Estos
jóvenes actores han colocado en el debate nacional una nueva “frontera moral y
material de inhumanidad” y nos están advirtiendo que no van a traspasarla con
sus cuerpos. Es una expresión clara de indignación y firmeza moral, seguida de acciones
noviolentas materiales en concordancia con esa firmeza. Estamos así asistiendo
tal vez a la constitución de una nueva
“arma moral” (cuerpos firmes con reflexión, según J.C.Marín, fuerza de enorme
importancia en el México actual, que muestra cómo la fuerza material nace de la
moral y no viceversa como muchos creen). Su “fuerza social” dependerá de la
capacidad de desarrollar una reflexión y acción autónomas y radicales, en el
sentido de enfrentar las raíces del problema que apuntan, por ello la necesidad
del mayor cuidado en su crecimiento, en todo sentido, en mantenerse firmes en
la coherencia entre el fin y los medios (intercambiar libros, moverse y
reflexionar colectivamente, boicotear…), sin dejarse penetrar por las
ideologizaciones, falsos radicalismos, sectarismos o partidismos.
Asimismo, “Yo soy el #132” es un lema
profundo, que se puede asociar a otros del tipo “Todos somos Marcos” o –en
sentido inverso- “No en nuestro nombre”; nace de una valiente acción de jóvenes
de la jesuita universidad Iberoamericana
que deciden “dar la cara”, con toda su identidad, y confrontar abiertamente las
acusaciones de “no pensantes” que les hizo el equipo de campaña del candidato
del PRI. Inició con la activación de una importante “arma noviolenta” que es el
“judo político” donde se revierten los efectos de una acción negativa del
adversario sobre sí mismo.
Es, en el México actual, también una forma
importante de “romper el miedo” y “enfrentar al adversario”. No es poca cosa en
una sociedad atravesada por una guerra que ha generado casi 60 mil muertos y 10
mil desaparecidos. Otra variable muy importante en este aspecto es que se trata
de una lucha que se expresa “en la calle” y confronta así a la frase más común
que los señores de la guerra han instalado, para construir la “inseguridad
ciudadana” y el consecuente aterrorizamiento social: “Ya no puedo salir a la calle”. Recuperar el espacio público
para la sociedad civil es una de las tareas de construcción de paz y justicia
más centrales actualmente para “parar la guerra en México”.
Otro elemento interesante de resaltar en
cuanto a la acción noviolenta de este movimiento, es la decisión mayoritaria,
en la gran concentración del miércoles 23 de mayo, de dirigirse a Televisa y no
al zócalo, lo que que esconde atrás una importante variable táctica en el
sentido que el “lugar de la acción” es determinante para el mensaje que se
quiere dar y en la acumulación de fuerza moral. Además de las pancartas, lemas,
cantos, símbolos usados para expresar la protesta, vemos que se va construyendo
una reflexión estratégica en consonancia, lo que es fundamental para mantener
la coherencia indispensable entre palabra y acción.
Esto se une con la actual propuesta de
realizar el próximo 30 de mayo un “boicot de 2 horas a Televisa” en la
nochecita. Lo que está detrás de esta acción es otro elemento estratégico
noviolento importante: escalar las formas de acción. Con el actual nivel de
control político-militar en México, todos percibimos que las movilizaciones de
masas en espacios abiertos (marchas-caravanas-mítines-conciertos-acciones
simbólicas…) no son suficiente presión hacia los aparatos de poder que instalan
la violencia, el autoritarismo y la injusticia. En las formas de acción
noviolenta existe una rica experiencia histórica mundial – donde el gandhismo y
el zapatismo son referencias obligadas- en el terreno de lo que se llama la
“no-cooperación”: dejar de reproducir, con el cuerpo, la reflexión o los
recursos, las fuentes de poder del adversario en la situación de inhumanidad que
confrontamos. Es una forma más radical de decir “No cuenten conmigo”, “Hasta
aquí llegué”. La historia apunta que para que estas formas de acción sean
eficaces necesitan ser sobre todo masivas, tener objetivos claros y posibles de
alcanzar por la mayor cantidad de población, que apunten al centro del sujeto
que agrede, tener alternativas para quien la ejerce, cesar cuando el adversario
corrige realmente su violencia. Las acciones más frecuentes, en este terreno,
han sido la huelga o el boicot, o incluso ciertos tipos de ayunos, pero es un
campo muy fértil de la lucha, que antecede al de la desobediencia civil, donde
sí abiertamente se desobedece una ley, cosa que en la no-cooperación no sucede
y permite así que mucha más gente se integre.
En la situación de guerra actual existe un
hecho social por el que muchos estamos co-operando con ella normalizando lo
inhumano: el “silencio”, aunado a hacer como que no es tan grave lo que pasa,
que “está mejorando” la situación porque baja la curva de muertos en algunos
periodos, que con el regreso del PRI todo volverá a “ser normal”, que las
víctimas “algo habrán hecho”…etc. etc. Así, uno de los obstáculos más grave y
costoso para detener esta guerra ha sido el “silencio de los cuerpos” (y en
muchísimos casos también en las palabras) de una parte clave de la reserva
moral nacional que debería constituir un arma fundamental de lucha noviolenta
en las calles, como son los jerarcas de
las iglesias, de las universidades e instituciones educativas, escritores y
artistas…todos hemos dejado solas a las víctimas. Por ello, adquiere mayor
trascendencia la acción de esta porción de la juventud que, una vez más, “nos
educa”; los “de abajo” nos muestran el camino de la “indignación moral”. Ojalá
no repitamos lo que ha pasado en estos últimos meses con las víctimas de la
“guerra al narco” y dejemos solos a estos jóvenes. Por lo pronto, podríamos ser
convocados a “Dejar de co-operar con nuestro silencio” un día próximo muy
preciso y “Reflexionar colectiva y simultáneamente” en todo el país –aulas,
plazas, mercados, parques, calles…- cómo construir una verdadera democracia
informativa, cambiar el modelo económico y parar la guerra.
Pietro Ameglio
26 mayo 2012
La Jornada-Morelos
¿Qué será lo que nos espera?
¿Cual es nuestro deber en este momento histórico?
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Producción: Tsilinkalli: Ediciones de la Casa Sonora.
Conducción: Marco Antonio Tafolla Soriano
Conducción: Marco Antonio Tafolla Soriano
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