Tabachines, limoneros, flor de mayo, tréboles, cocoteros, zapote prieto reciben en su fresco regazo al visitante que en familiar caravana ha recorrido la distancia necesaria para tener el placer de degustar las especialidades de la casa.
Haciendo honor a su nombre, Las Palomas, rememora un pequeño paraíso donde la naturaleza reina con su cortejo de trinos, perenne canto que sin importar la hora acompañan al comensal ansioso que deja escapar el estrés,familiar enfermedad de éste siglo, bajo el alegre concierto refugiado entre las ramas ricas de savia y frondosa vida.
Los escalonados y abiertos espacios con capacidad para 200 personas, se cubren de blancas mesas en las que sutilmente se posan los exclusivos platillos:
Pichón, conejo y codorniz a la plancha, mojo de ajo, chile macho y chile ajo, así como güilotas (palomas silvestres) durante la temporada de caza de octubre a mayo, especialidades que le han dado su prestigio y renombre al establecimiento que se fundo en 1988, formando parte de una amplia y bien surtida carta, en la que decidirse por alguno de sus bien sazonados gábatos, germinados del talento y diestro conocimiento culinario de Teresa Miranda, se toma una aventura que invita a volver en corto tiempo para seguir degustando.
Haciendo honor a su nombre, Las Palomas, rememora un pequeño paraíso donde la naturaleza reina con su cortejo de trinos, perenne canto que sin importar la hora acompañan al comensal ansioso que deja escapar el estrés,familiar enfermedad de éste siglo, bajo el alegre concierto refugiado entre las ramas ricas de savia y frondosa vida.
Los escalonados y abiertos espacios con capacidad para 200 personas, se cubren de blancas mesas en las que sutilmente se posan los exclusivos platillos:
Pichón, conejo y codorniz a la plancha, mojo de ajo, chile macho y chile ajo, así como güilotas (palomas silvestres) durante la temporada de caza de octubre a mayo, especialidades que le han dado su prestigio y renombre al establecimiento que se fundo en 1988, formando parte de una amplia y bien surtida carta, en la que decidirse por alguno de sus bien sazonados gábatos, germinados del talento y diestro conocimiento culinario de Teresa Miranda, se toma una aventura que invita a volver en corto tiempo para seguir degustando.
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