TIPOCTIN
Estaban oquichiaya in calmimilolli banquetapan. In cecuiztli ihuan icauhhuan in
yohualli oquiyacanque in popoquiztli.
Yehua quitta inpanoliz in tepozmalacameh ihcuac in picietl motlamia.
“Nochipa in yohualli, yollotia”, oquinemili.
Niman oquicuicactipeuh ihcuac opocquixtiaya in ehuahuanqui itelpochcamac. In yohualli, in picietl ihuan inomeh cuicameh oquilhualcuic ilnamiquiliztin. Ce ilnamiquiliztli oquihuicac in cahuitl
queman oquipiaya 17 (caxtolin ihuan ome) xihuitl,
ihuac oquimat yahua: Ce ichpochtzintli in ac oquipiaya
poliuhqui tlachializtli, yecce ce cualli nonotzaliztli, tlanmalinalixuetzquilizhua; tliltin omocehuiayah icampan, auh ce cualtzin ichcayolli iquechpan.
Inin ilnamiquiliztli oquichocti ihuan oixayoquixti yahua. Ihcuac ahciz can
amotlali yehua. Ihcuac oquinamic ixpan, otozcapacac,
oquitlatlan:
-¿Tleca ticpopoca, telpochtlé?
-Ipampa tipicienecih. Zan temictique, yecce ihcuac aca
techtlachichina itlecomoctica, titlatlah toahcualleliztli oquinanquili in telpochtli.
Niman, in huehuentzin otlatlaz, oquixti ce picietl in ixiquipil,
auh tzitzilcacqui ima oquitlachichin, omocuep, auh oya.
SOMOS HUMO
Sentado en una banqueta, Esteban espera el autobús.
El frío y las altas horas de la noche lo inclinan a sacar un cigarro y
encenderlo. Observa el paso de los carros mientras el cigarro se consume.
La noche siembre inspira, pensó. Entonces comenzó
a cantar mientras sacaba cada bocanada de su ingenua pero curtida boca. La noche, el cigarro y esas canciones lo hundieron en sus remotos recuerdos. Uno de sos recuerdos lo llevó a su edad de 17 años, cuando conoció a ella, una joven de mirada extraviada pero de diálogo sostenido, dueña de una sonrisa con diente chueco; de unas pecas descansando sobre sus mejillas y de un hermoso lunar en el cuello. Esta evocación fue la causa de la primera lágrima derramada por Esteban en ese instante.
Al salir de su ensimismamiento advirtió a un viejo que se acercaba a él con un andar muy hermoso.
Cuando se encontró frente a él,
le preguntó no sin antes carraspear:
-¿Por qué fumas, joven?
-Porque somos como el cigarro. Tan venenoso y cancerígenos.
Pero cuando alguien nos prende con su llama, ardemos y nos volvemos humo. No volvemos más tangibles, más agradables, y olvidamos nuestra nociva composición
-respondió en joven.
Entonces el viejo tosió, sacó de su bolsa un cigarro, y con mano
temblorosa lo encendió, dio media vuelta y se fue.
Estaban oquichiaya in calmimilolli banquetapan. In cecuiztli ihuan icauhhuan in
yohualli oquiyacanque in popoquiztli.
Yehua quitta inpanoliz in tepozmalacameh ihcuac in picietl motlamia.
“Nochipa in yohualli, yollotia”, oquinemili.
Niman oquicuicactipeuh ihcuac opocquixtiaya in ehuahuanqui itelpochcamac. In yohualli, in picietl ihuan inomeh cuicameh oquilhualcuic ilnamiquiliztin. Ce ilnamiquiliztli oquihuicac in cahuitl
queman oquipiaya 17 (caxtolin ihuan ome) xihuitl,
ihuac oquimat yahua: Ce ichpochtzintli in ac oquipiaya
poliuhqui tlachializtli, yecce ce cualli nonotzaliztli, tlanmalinalixuetzquilizhua; tliltin omocehuiayah icampan, auh ce cualtzin ichcayolli iquechpan.
Inin ilnamiquiliztli oquichocti ihuan oixayoquixti yahua. Ihcuac ahciz can
amotlali yehua. Ihcuac oquinamic ixpan, otozcapacac,
oquitlatlan:
-¿Tleca ticpopoca, telpochtlé?
-Ipampa tipicienecih. Zan temictique, yecce ihcuac aca
techtlachichina itlecomoctica, titlatlah toahcualleliztli oquinanquili in telpochtli.
Niman, in huehuentzin otlatlaz, oquixti ce picietl in ixiquipil,
auh tzitzilcacqui ima oquitlachichin, omocuep, auh oya.
SOMOS HUMO
Sentado en una banqueta, Esteban espera el autobús.
El frío y las altas horas de la noche lo inclinan a sacar un cigarro y
encenderlo. Observa el paso de los carros mientras el cigarro se consume.
La noche siembre inspira, pensó. Entonces comenzó
a cantar mientras sacaba cada bocanada de su ingenua pero curtida boca. La noche, el cigarro y esas canciones lo hundieron en sus remotos recuerdos. Uno de sos recuerdos lo llevó a su edad de 17 años, cuando conoció a ella, una joven de mirada extraviada pero de diálogo sostenido, dueña de una sonrisa con diente chueco; de unas pecas descansando sobre sus mejillas y de un hermoso lunar en el cuello. Esta evocación fue la causa de la primera lágrima derramada por Esteban en ese instante.
Al salir de su ensimismamiento advirtió a un viejo que se acercaba a él con un andar muy hermoso.
Cuando se encontró frente a él,
le preguntó no sin antes carraspear:
-¿Por qué fumas, joven?
-Porque somos como el cigarro. Tan venenoso y cancerígenos.
Pero cuando alguien nos prende con su llama, ardemos y nos volvemos humo. No volvemos más tangibles, más agradables, y olvidamos nuestra nociva composición
-respondió en joven.
Entonces el viejo tosió, sacó de su bolsa un cigarro, y con mano
temblorosa lo encendió, dio media vuelta y se fue.
Autor: Alfredo Machuca Ilhuicatl
Lugar deOrigen: Temixco, Morelos
Publicado el 2015 en la 6ta Feria del Libro en Nuestra Lengua Materna en el Cetro de Xoxocotla, Morelos.
Lugar deOrigen: Temixco, Morelos
Publicado el 2015 en la 6ta Feria del Libro en Nuestra Lengua Materna en el Cetro de Xoxocotla, Morelos.
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